Por: Juan Pablo Buritica
La afirmación de que Colombia tiene un déficit de ingenieros de sistemas en el área de software se ha vuelto un tema importante en la agenda del Gobierno debido a la preocupación de la industria nacional.
Lamentablemente, es esta misma industria la que ha devaluado al desarrollador de software, y mientras en 2010 la ingeniería de sistemas fue la cuarta carrera con más graduados del país, hoy el interés por esta profesión está disminuyendo.
En algunos casos se culpa a la calidad educativa y los currículos universitarios con poco énfasis en programación, pero así tuviéramos una carrera con la calidad de Stanford University es muy poco probable que personas con este tipo de preparación estuvieran interesadas en el mercado laboral actual.
La industria existente se dedica a replicar e impo
rtar innovación extranjera, proveer soporte a software de otros, ofrecer “mano de obra” barata a mercados internacionales (nearshoring) y crear software a la medida de baja calidad para instituciones gubernamentales y empresas incapaces de medirla. Pocas empresas ofrecen verdaderos retos ingenieriles. En su mayoría, el trabajo de programación no es interesante o prestigioso y la única forma en que la industria ha podido retener talento ha sido un leve aumento de salarios. Organizaciones que no aprecian la disciplina de la programación han convertido valiosos ingenieros en medios de producción.
Hay dos grandes oportunidades aquí. Una, para empresas jóvenes e innovadoras que adopten una cultura de ingeniería, promuevan buenas prácticas de desarrollo y aporten a comunidades de software libre. Empresas como Google, Facebook, Twitter, Etsy o Stripe, pero creadas desde Colombia, tienen las mejores oportunidades para atraer talento e inspirar.
La otra es para empresas que proveen servicios de desarrollo a mercados internacionales, ofreciendo tarifas reducidas de desarrollo gracias al diferencial salarial (US$100.000, $18.000) pueden absorber el talento existente subiendo poco a poco los salarios y destruyendo la industria existente.
Si el interés del Gobierno es inspirar nuevas generaciones de ingenieros, la industria se debe reinventar o morir. Alianzas entre el Gobierno y la industria actual lo único que lograrán será perpetuar la fuga de cerebros, y en lugar de acercarnos a Silicon Valley nos confundirán con la India. Eso ya nos pasó una vez.